sábado, 11 de septiembre de 2010

SISTEMA POLÍTICO JAPONES DE POSGUERRA


Por Maria Claudia Salleg

El llamado "Sistema de 1955" o "Sistema de Partido y medio" ha caracterizado la política japonesa a lo largo de la posguerra. Este año se crearon los partidos que han dominado la escena política japonesa de posguerra, el Partido Socialista o Shakaitô y el Partido Liberal Democrático o Jimintô. Los conservadores, desde entonces, han mantenido el poder en el gobierno central gracias a haber sabido cohesionar los diferentes intereses así como a la propia debilidad de los socialistas, que no han pasado de conseguir la mitad de los diputados del partido del gobierno. Han sido parte del sistema, por tanto, pero no han sido alternativa de gobierno y las encuestas indican que, incluso, ni los mismos votantes socialistas deseaban que su partido llegara a gobernar.Las aspiraciones del Shakaitô, por tanto, se han centrado en la influencia indirecta en algunos aspectos que más afectaban a su electorado, tales como la subida del salario mínimo, o las subvenciones a lo sindicatos, mientras que los principales caballos de batalla frente a los conservadores han sido la política exterior y la relación con Estados Unidos, o algunas cuestiones de importancia menor en el plano doméstico.

El poder político ha sido ejercido por los conservadores ininterrumpidamente, pero el poder del Jimintô ha estado muy reducido en comparación con democracias de tipo occidental. Tres grupos principales, los burócratas, los grandes negocios y los políticos han compartido la capacidad de ejercer el poder en Japón, junto con algunos grupos menos importantes que han funcionado de forma semiautónoma, tales como la policía. En primer lugar, los burócratas han sido los elaboradores de las políticas por medio de leyes aprobadas después por el parlamento sin mayores cambios y sin excesivos problemas. Su principal autoridad para ejercer este poder ha sido el carisma como defensores de lo que era mas conveniente para el país, habiendo recogido, de alguna manera, la antorcha que en el período de preguerra poseian los militares como "portadores del espíritu nacional". Han sido considerados como unas personas que buscan por encima de todo el beneficio nacional, dejando de lado sus propios intereses personales. Independientemente de la veracidad de esa visión, la importancia de la burocracia dentro de la pirámide de poder en Japón ha permitido políticas a más largo plazo. Después, el engranaje de la política con el mundo económico en lo que se ha llamado "zoku-giin" (los legisladores impulsando los intereses de los negocios) y de los burócratas con los negocios por medio del "amakudari" (descender del cielo, el retiro de los burócratas de élite a puestos lucrativos en las empresas que supervisaban) ha sido beneficioso para ambos, unos beneficiándose de las disposiciones aprobadas, otros recibiendo financiación para sus campañas electorales y otros ganando tras la jubilación el dinero y la tranquilidad que no pudieron tener antes. Keidanren (Federación de Organizaciones Económicas) y el resto de las organizaciones empresariales han buscado la conveniencia de las políticas generales en sus intereses particulares y han influido mucho tambien en la apertura al exterior. Los políticos, por último, han sido los encargados de cortejar a los votantes defendiendo los intereses más particularizados de sus constituencias. Su función, principalmente, ha sido drenar recursos generales a sus votantes y, en general, como "conseguidores", por usar una palabra facilmente comprensible. Cada grupo, por tanto, ha tenido unos intereses definidos que han estado solidificados por una fuerte conciencia nacional.

Mientras tanto, el funcionamiento del sistema ha estado caracterizado por la falta de liderazgo, la corrupción y el auge económico. La primera característica es quizás la mas llamativa en Occidente y ha provocado denominaciones como la famosa de "pirámide truncada de poder", elaborada por Van Wolferen en el libro ya citado o la frase de que "Japón tiene política pero no gobierno". Los primeros ministros, ciertamente, han tenido un poder muy escaso, derivado de acuerdos entre las diferentes facciones o habatsu que son los que han posibilitado la obtención de los votos necesarios en el Parlamento. Su autonomía de decisión ha sido escasa a pesar de haberlo buscado, en ocasiones, mediante la convocatoria de elecciones que pudieran suponer la legitimación de su posición. Esta seguiría dependiendo, a fin de cuentas, de un partido en el que sus votos han sido siempre considerados una suma de los recibidos por cada diputado en sus circunscripciones. La forma más visible de este escaso poder es viéndolo físicamente: un chalet con poco mas de cien metros cuadrados para la oficina ejecturica y con una simple oficina que es el preludio al despacho del primer ministro. Una comparación no sólo con la Casa Blanca, sino con la misma Moncloa en España haría comprender ese escaso poder.

La magnitud de la corrupción ha sido otra de las características intrínsecas del sistema japonés, mayor que en países occidentales a causa del sistema electoral: la democracia ha supuesto un coste adicional puesto que la obtención del voto ha sido más cara. Las constituencias han sido de tamaño variable (entre 3 y 5 escaños) y salían elegidos los diputados con mayor número de votos, en base a un voto por elector. Ello ha permitido que pudieran ser elegidos varios diputados del mismo partido (normalmente, del Jimintô) dentro de una misma circunscripción electoral y que los propios votantes pudieran expresar su rechazo a determinados políticos sin que eso significara una oposición expresa a su partido. Había opción a votar a otro u otros candidatos, siempre presentados por diferentes facciones. Estas normas, no obstante, han impulsado a los distintos candidatos a dedicarse principalmente a buscar los votos dentro del electorado de su propio partido y a que el gasto de dinero haya sido mucho mayor que en otras campañas electorales, entre otras razones porque sin apenas diferencias políticas (no hay muchas entre los partidos, pero muchas menos entre los miembros de diferente facción) la forma de ofrecer votos ha sido buscando el contacto directo con los votantes. Asistir a bodas o funerales (y entregar sus propios sobres a la familia con una cantidad de dinero que debe estar acorde con los ingresos) o financiar agrupaciones de votantes o kôenkai que vayan por las casas solicitando el voto han sido actividades principales de los candidatos a diputados. El coste de la lucha política, por tanto, se ha incrementado con la disputa entre las diferentes facciones de un mismo partido.

La bonanza económica ha sido el lubricante que ha permitido tanto acallar las criticas contra el régimen como permitir su propia reproducción. Evitar un número importante de marginados del sistema y contentar las demandas de los diputados para sus circunscripciones (en ocasiones justificadas, pero con mucha frecuencia proyectos costosos de difícil viabilidad economiza) sólo puede ser conseguido por medio de los crecientes ingresos del Estado. Pero junto a esta economía de crecimiento guiada, la alianza exterior con Estados Unidos ha tenido un papel clave porque Japón ha salido beneficiada de la necesidad de Washington de un bastión estratégico frente a la expansión soviética. Japón ha consiguiendo asegurar, de hecho, las dos principales amenazas exteriores a su auge económico: el acceso a materias primas y la necesidad de energía barata. La subordinación política a un país fuerte económicamente no le ha supuesto a Japón las trabas provocadas por la colonización en otros países y, mas allá de ello, también ha podido mantener sus propias opciones en política exterior allá donde sus intereses eran más vitales, tales como las relaciones con China o con Corea.

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